La
psicosis colectiva auspiciada por el nacionalismo ha obligado a La Caixa a modificar sus estatutos para
no verse atrapada en una ratonera sin escapatoria. La gansada
de Mas, metido a libertador de pueblos de opereta, va quemando etapas. Es la
inercia inherente a la teoría del desbordamiento,
descrita por Josep Pla en los años 30 del pasado siglo con relación a la
política descerebrada de la Esquerra,
aupada al poder regional de entonces, y que lleva hoy camino de cumplirse una
vez más.
Ni siquiera los puntos de anclaje más prácticos y menos fanatizados del
régimen nacionalista, ese nacionalismo que, como otrora la Lliga de Cambó atizaba el victimismo aborigen para obtener
concesiones de Madrid, pueden sujetar las riendas de un proceso desbocado, de
un monstruito que ellos han creado en el laboratorio a golpe de talonario,
financiando medios de comunicación, adoctrinando en la escuela o dándole cancha
a entidades que a todas horas promueven el odio a España. El empresariado
local, las altas finanzas, han pagado entre risas, jijíjajá, la soga, como diría Lenin, con la que serán ahorcados.
Cunde el nerviosismo. Si no fuera así, La Caixa no movería un dedo y seguiría, como si nada,
confundiéndose con el paisaje. Pero le ha visto las orejas al lobo, entiende
que un Mas zombizado y desafiante está fuera de control, como ése convoy al que
suben los fugitivos John Voight y Eric Roberts en una estimable cinta de Andrei
Konchalovsky, y que si no mueve ficha podría ver como sus depósitos pierden
valor en una Cataluña independiente, sin el amparo del BCE y con todos sus
clientes expuestos a un corralito a la chipriota de aquí te espero.
La Caixa, por
reforma estatutaria, amplía su ámbito de
acción a toda España, y veremos qué hace con el domicilio societario. Pues
un banco nominalmente catalán habría de pasar por las mismas exigencias fuera
de la UE que sus depositantes de nacionalidad catalana. Es sabido que a los
inversores no les gusta la incertidumbre y agencias de solvencia, como Standard & Poor’s, advierten con
degradar, por ejemplo, la calificación de los bancos escoceses en caso de
consumarse la separación de Gran Bretaña.
Uno se pregunta cómo han interpretado los clientes catalanes de la
entidad bancaria ese retoque estatutario que, por otra parte, ha irritado
profundamente a los nacionalistas. Cabe que algunos clientes más precavidos,
interesados en la legítima conservación de su patrimonio, sea mucho o poco,
hayan abierto nuevas cuentas fuera de la región, por lo que pueda pasar… pues
la transferencia de dinero de una cuenta a otra, dentro de un mismo país, no
supone aún delito de evasión fiscal. Nos preguntamos concretamente por algunos
de esos clientes avecindados en localidades de nuestra geografía limítrofes con
otras poblaciones de Aragón y de la comunidad valenciana, donde también hay
sucursales bancarias, incluso de La Caixa.
Otra entidad emblemática, cortada por parecido patrón, el Barça, a su vez
maniobra en la oscuridad para poner tierra de por medio e incorporarse a la
liga francesa en caso de proclamarse la independencia, pues está visto que
medirse en competición con el Llagostera o con el Sabadell no es plato que su
paladar demande. Club que, por su relevancia, merece un capítulo aparte.
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