En El huevo de la serpiente nos cuenta
Ingmar Bergman cómo se incuba el nazismo en la Alemania de los años 20 del
pasado siglo. La cáscara del huevo es casi transparente y se atisba dentro a la
germinal alimaña, que entonces parece una cosita completamente inofensiva, un
diminuto y gracioso Allien. El
bichito tiene una retirada a Roger Guarch, de veintidós abriles, que es DJ y le
gusta la música dance. Roger Guarch es
el ideólogo de Nova Terra Lliure y
desde el púlpito de Kit Radio llama,
tal cual suena, a cazar españolitos e
inaugura su listado homicida con Alicia Sánchez Camacho, Enric Millo y Albert
Rivera. A la criatura la opresión en la que vive se le hace insoportable.
Pobrecito.
Nova Terra Lliure pretende militarizar esas masas
aborígenes abducidas por la psicopatología colectiva del odio intensivo contra
España inoculado a los críos, sin
tasa ni medida, en la escuela adoctrinadora,
y al paisanaje desde los medios públicos de comunicación. Los mensajes del tipo
España nos roba, España nos oprime,
repetidos de manera obsesiva, paroxística, estos últimos años, dan sus frutos y
la zombización indígena avanza sin
freno. Roger Guarch y su Nova Terra
Lliure son el huevo-probeta al que se refiere otro ilustre patán, el tartalari Tardá, cuando dice, y sabe
de lo que habla, que la oposición al proceso separatista y al mantra tantas
veces repetido de la supuesta voluntad de todo
un pueblo puede
generar episodios violentos.
Ese
mocosuelo, que por edad aún debería estar jugando con los Cliks de Famobil, o
mirando de tapadillo revistas de señoritas en bikini, aspira a musicar, desde
su emisora, nuestra gran degollina local. Quiere conducir los sentimientos
levantiscos de esa nutrida legión de patanes soberanistas sometidos a un
autoengaño para adultos persistente y delirante, trocando su micrófono en
machete, como esos agitadores de la tristemente célebre radio de Las mil colinas, instigadora del
espantoso holocausto ruandés. Ya saben, hay
que talar los árboles altos, es
decir, los tutsi, que en estas coordenadas da hay que cazar españolitos…
El chico
boquimuelle recula en una entrevista radiofónica y afirma, ya lo hizo en los
mismos términos ese memo de Jair Domínguez, autor de la letra del Chiki-chiki que Buenafuente llevó a Eurovisión, el mismo que disparaba
risueño en un programa del Canal 33 contra retratos del Rey y de Salvador
Sostres, que la violencia es la última
opción. No es un matiz demasiado tranquilizador, pues es probable que su
cabecita no dé para demasiadas opciones,
ni últimas ni primeras. Roger Guarch asoma por la cáscara rota del huevo
mientras los artífices del disparate, llegado el caso, se lavarán las manos
como Pilatos y se quitarán de en medio aduciendo aquella falaz teoría del desbordamiento
popular que ya denunció Pla en sus
Crónicas Parlamentarias desde Madrid durante la segunda república y que nos
llevó a la charlotada de octubre de 1934, anticipo de una tragedia aún mayor.