lunes, 19 de agosto de 2013

Condó.cat

La plenitud nacional de Cataluña lo requería. Uno de los eslóganes del nacionalismo aborigen, machaconamente repetido durante años, ha sido: Volem viure plenament en català. Y, es evidente, nuestra vida colectiva estaba incompleta sin los condones tuneados con la banderita estrellada que los chicos de las JNC, las juventudes de Convergencia, repartieron en el aeropuerto de El Prat a los turistas, como esos indígenas de la Polinesia que, a pie de avión, agasajan a los occidentales con un Aloha! y un lei de bienvenida, una de esas guirnaldas de colorines que les colocan sobre los hombros.

Con la comercialización de relojes que dan la hora catalana, aunque ignoramos el éxito del producto, no bastaba. Ni siquiera con la filmación, a cargo del erario público, de películas porno rodadas en catalán con la señorita Lapiedra como starlette del séptimo arte (folla’m ara mateix/ té, meuca, posa’t a quatre grapes). Faltaban, cómo no, los profilácticos a nuestra cita identitaria y soberanista.

No hay que ser un lince para intuir de dónde ha salido el dinero de los condones patrióticos… visto que los reparten los chicos de CDC, y atendiendo al modelo de financiación diseñado por sus mayores, conectado al lirismo sinfónico y arrebatado del Palau de la Música. Quizá los condones lleven incorporado un micro-chip musical que se activa en el momento de mayor efusión del abrazo amoroso, y suenen entonces las notas de Els Segadors. Ese gag ya está inventado y los hay que, en la fase culminante del acoplamiento, adornan los oídos de los amantes con el himno del Barça.

Para vivir plenamente en catalán era imprescindible follar en catalán, cuando menos, en su dimensión simbólica, pintando la banderita de marras en el gomoso fuselaje del condón. Pero… el lío está servido. Años atrás, la cartelería de Estat Català, con el aditamento de unas declaraciones de Marta Ferrusola, nos instaban a hacer hijos étnicamente puros: Fem fills catalans… tres para ser más exactos, según la sugerencia de la que fuera primera dama durante décadas.

Se trataba de asegurar el deseable relevo generacional, de traer al mundo futuros luchadores por la libertad de la patria en un ambiente hostil a la supervivencia del grupo: baja natalidad por un lado, y, por otro, afluencia desbocada de inmigrantes. Elementos ambos que podrían suponer la fatídica desnaturalización de nuestra cultura y vida tribales. Pero claro, descendencia, fem fills, y anticoncepción, o preservativos estrellados, no fem-los, no casan del todo. Son dos términos antitéticos.  

En fin… Póntelo, pónselo… es decir… Posa-te’l, posa-li.

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