
“Hemos solicitado en el
ICAM informes y dictámenes médicos en castellano, para recurrir alta médica y
para que los tenga la paciente. Se nos informa que no se nos facilitarán hasta
septiembre (hoy es 7 de agosto) porque no tienen traductores. Retrasan el
recurso y sus consecuencias por falta de traductores en verano. Si le hubieran
preguntado a la paciente, que es de Jaén, nos evitaríamos esperar hasta
septiembre. Solicito indiquen por
qué no se pregunta a los pacientes en qué lengua quieren los informes”
El caso
interesa a una trabajadora procedente de la provincia de Jaén, temporalmente
destinada en Cataluña. No conocemos la patología de la paciente, por ser materia
confidencial, pero sí sabemos que las bajas médicas, cuando son denegadas,
requieren informes de contradicción si el afectado así lo desea. Además, esos
trámites deben ser cumplimentados con prontitud, pues una demora excesiva puede
ocasionarle graves perjuicios. Eso lo entiende cualquiera… salvo las lumbreras
del organismo evaluador.
Pero hete
aquí que los servicios médicos del ICAM
entienden que han de redactar el papeleo íntegramente en la lengua co-oficial
de nuestra comunidad, también cuando se trata de trabajadores en tránsito. Lo
mismo da que el paciente sea de Calasparra o de Calahorra.
La
administración ha de preguntar al administrado en qué lengua oficial quiere los
formularios o lo que fuera menester… pues como si lloviera. Los evaluadores del
ICAM, personas capacitadas, a priori, para hablar en español, y redactar
documentos en esa lengua, no obstante, obedientes a consignas de la
superioridad o a una obcecación voluntaria, prescinden de esos conocimientos
idiomáticos que sí tienen para pedir una aspirina, si les duele la cabeza,
cuando están de vacaciones en las playas de Huelva. Proceden, pues, a una
suerte de amputación o auto-mutilación, a lo bestia, de su inteligencia… la que
tengan.
Esto nos
hace pensar que entre los conductos del aire de las dependencias del ICAM se ha
instalado un virus, una bacteria dañina que ocasiona considerables trastornos a
sus moradores habituales. Una bacteria potentísima, resistente, inmune al
sentido común. Hasta la fecha se ignora el tratamiento a prescribir. En definitiva: em fa mal la panxa… pero no me duele la tripita, al menos hasta
septiembre.