CO2 es la fórmula del dióxido de carbono,
molécula compuesta por dos átomos de oxígeno y uno de carbono. Es de lo poco
que se nos quedó en la cocorota tras pasar por clase de Física y Química. Respiramos oxígeno y devolvemos CO2 a la atmósfera. Es el producto sobrante
del proceso respiratorio, tan residual como el metano. CEO es un acrónimo y la fórmula del gas atorrante que expulsa el
gobierno de la Generalidad para adormecer a la ciudadanía que, con sus
impuestos, sufraga los costes del organismo llamado Centre d’Estudis d’Opinió. La exposición continuada a esa
emanación dañina, una suerte de zykon-b
intelectual, puede provocar en un individuo sano el colapso cerebral
definitivo. No deja una neurona entera, arrasa con todo.
El CEO es
el mismo ente (ente es una buena
definición) que días antes de las últimas elecciones autonómicas, año 2012,
pronosticó, gracias a sus cocinados sondeos, la friolera de 71/72 diputados
para CiU, quedando finalmente en 50 y otorgándole, ahí es nada, una
sobrerrepresentación del 30%. Cocina pero de la creativa… una cocina más que
elaborada, requemada, de las que precinta
Alberto Chicote en su programa de TV, de tanto churre pegado a los peroles con
la viscosidad del chapapote.
Su último
estudio (o receta, por continuar con la analogía culinaria) es un sondeo
demoscópico sobre la independencia y el resultado, elemental querido patán, cumple la función para la que fue creado: darle oxígeno al gobierno de Mas. El
cuestionario, 1.600 personas componen la muestra, se formuló a finales 2013,
justo cuando se debatía en una patética verbena la famosa pregunta que fue
duplicada, finalmente, en una maniobra redundante y de una imbecilidad supina: ¿Quiere que Cataluña sea un Estado?... Y si es así: ¿Quiere que sea un Estado independiente? Estando así las cosas, el
separatismo, según el CEO, repunta del 54% a casi el 60. Y la opción contraria,
del 21 al 28. Según dicha encuesta las opiniones se polarizan. Sorprende,
viendo el rumbo editorial de los medios de comunicación públicos, TV3, BTV, y
de los semipúblicos, 8TV, que el índice de afinidad a las tesis separatistas no
alcance la unanimidad a la búlgara del
99%. También se infiere que el incremento de ambas opciones antagónicas se ha
producido a costa de los indecisos, esto es, de los aturdidos dirigentes del
PSC.
Da en la
nariz que el vector pro-independencia ha sido inflado, y así lo denuncian
algunos partidos y asociaciones tras mirar someramente el desglose de recuerdo de voto de los participantes en
la encuesta, en la que más del 28% dice haber votado a ERC, noviembre 2012,
cuando en realidad el partido de Junqueras obtuvo el 13’9%... lo que da una
idea aproximada de la deconstrucción en cocina del sondeo de marras que ni
Ferrán Adriá. Convivencia Cívica cifra ese desfase, y se queda corta, en un
25%.
Intuimos
que, por cansancio y por la falsía de los argumentos esgrimidos (que estaremos en la UE desde el minuto uno,
pues Europa nos aguarda con los brazos abiertos, que tendremos euro, que
desaparecerá la pobreza, se rebajará la afectación del cáncer y el recibo de la
luz se abaratará de lo lindo), la inflación burbujeante del alma
separatista, en un caso único en el mundo de autoengaño colectivo que interesa
a la psicopatología de masas, ha tocado techo y comienza a retroceder.
Va de suyo,
esas encuestas siempre darán más, más
oxígeno, más separatismo, aunque pretendan apuntalarlas en las coordenadas
de la veracidad mostrando, al mismo tiempo, un aumento de la posición
contraria. Y así veremos de aquí a un par de encuestas, y si no al tiempo, que
la opción a, el separatismo, llegará, por caso, al 65%, y la opción b, al 40%.
La pega estará en que, sumadas, arrojarían un total del 105% aritméticamente
imposible. Aun así, habrá quien se lo trague, pues nuestros patanes aborígenes
son legión, crecen y se multiplican y no se conocen límites a su credulidad.
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