lunes, 3 de junio de 2013

Arran: los hutus catalanes

Me toca inaugurar estas crónicas patanistas mientras suena en el CD Venecia sin tu amor, de Charles Aznavour… el sereno canal, de romántica luz… en fin. El texto del cartel es muy explícito y no casa demasiado con el lirismo arrebatado del cantante francés… una góndola va, cobijando un amor… El jovent seguem arran… e inmediatamente me viene al magín Hotel Ruanda, una peli estremecedora que muchos habrán visto, y eso que el director tiene la delicadeza de ahorrarnos el trinchamiento de cuerpos a gran escala que se desató en aquel país africano.
 
Las milicias hutu de Interhamwe se liaron desmochar a machetazos a todo tutsi que se les pusiera delante, sin exonerar de sus artes cisorias a los hutu traidorzuelos, a su juicio paranoide, que tuvieron la osadía de esconder en sus casas a vecinos de la etnia rival. A esos infelices no les esperaba otro horizonte que el exterminio a cachos, dando prioridad a los niños para impedir el relevo generacional. Talar los árboles altos fue la consigna radiofónica que inició la cacería masiva. Cucarachas fue otro de los bonitos epítetos repetidos por los milicianos para designar a sus víctimas.
 
Manejar un machete no es tan sencillo y si no que se lo pregunten a los brigadistas de las zafras cubanas. Sólo los más experimentados descargan los golpes con precisión… si acertar a la caña de azúcar, inmóvil, requiere una cierta destreza, imaginemos lo que es despedazar a un ser humano que ve acercarse la ensangrentada hoja de metal: grita, aúlla, llora, interpone los brazos, se revuelve cuanto puede aunque le sujeten entre un par de matarifes, suelta patadas… pero el machetazo que hiende la garganta o parte en dos la cocorota, llega inevitablemente.

Nuestros jóvenes de Arran, suponemos, respetuosos con las tradiciones aborígenes, prefieren la hoz, bon cop de falç, al machete, herramienta propia de latitudes tropicales. Me duele todo el cuerpo sólo de pensar que un día lleven su divisa a la práctica más allá de esa sanguinaria metáfora. No me los figuro muy capaces en el desempeño agrícola y sospecho que no distinguen un apero de labranza de una bombilla. La escabechina que podrían armar sería de las que hacen época. Me complacería por una vez que los chicos de Arran, como tantos jóvenes, dedicaran todo el santo día a enviar mensajitos por el celular, aunque sean de esos picantes… total, hay buenas ofertas en el mercado y el entretenimiento no sale tan caro.

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