
Muchas
personas al meterse en la cama dedican unos minutos a pensar qué van a soñar
esa noche. Hay quien, echando mano del
traído y llevado derecho a decidir,
se decanta por deslumbrantes señoritas en bikini. Otro lo hace por el codiciado
premio gordo de la lotería de Navidad. Y un tercero por un trascendental
descubrimiento científico que le valdrá el premio Nobel de Medicina. Lo cierto
es que, a pesar de esas promisorias ideas y difusas imágenes hipnagógicas, a
mitad de camino entre la vigilia y el sueño, tan apetecibles escenas nunca se
escenifican en la fase REM. Siempre se acaba soñando otra cosa, pues el
inconsciente burla los controles mentales e impone su relato onírico. Eso nos
explicó Sigmund Freud tiempo ha. En todo caso, las expectativas son siempre individuales…
y el sueño es el último reducto de la
libertad, ese fortín donde los demás no pueden entrar. Nadie puede dirigir
ni ahormar nuestros sueños a una ley y si alguien lo intentara le replicaríamos
airadamente: Mis sueños son míos y no
obedecen a nadie… ¿Nadie?...
Negativo. Artur Mas pretende concertarlos en un sueño
colectivo y uniforme, el silencioso sueño de los corderos. En efecto,
Artur Mas se lamenta de que fuerzas
malvadas, emboscadas en la oscuridad, conspiran para acabar con el sueño
colectivo de un pueblo. Eso dijo
pizca más o menos hace unos días en un acto oficial y sus palabras, investidas
de un onirismo mesiánico y profético, fueron recogidas por la prensa. A lo que se ve Artur Mas nos visita de
noche, se cuela de puntillas en nuestro dormitorio, y nos conecta unos
electrodos que le han prestado los espías de Método 3… y esos chismes
trasladan impulsos cerebrales a un monitor que son descifrados por avezados
especialistas, y éstos concluyen al fin que todos tenemos el mismo sueño: el de la independencia de Cataluña.
Querido
patán que esto lees: si sueñas, no dejes rastro… pues
podrías figurar en la lista negra de los
traidores oníricos, aquellos que
no sueñan de conformidad con el sueño unánime y libertador de la patria
irredenta. Los adultos aún escapan de
esa asfixiante intromisión, no así los pequeñuelos que ponen a dormir un ratito
en las guarderías públicas. Las monitoras que han sido ganadas para la causa
nacional, con hechuras de agentes de la Stassi
en plan La vida de los otros, velan
el descanso de los niños y saben cuales de ellos sueñan en español, en
virtud de la onirolalia, ese fenómeno
por el que hablamos en sueños. Quién sabe si un día, a guisa de represalia,
privarán a esos párvulos forajidos de abrazarse a su osito de peluche. Así
aprenderán a soñar lo que se les manda, los muy malsines… entretanto el aliento de Mas acecha furtivamente las cabecitas de
nuestros hijos.